La Restinga, el pueblo más afectado por la crisis volcánica de El Hierro, de poco más de seiscientos habitantes que han visto cómo el volcán ha metido en sus casas la ruina de un mes a esta parte. Con la erupción submarina no se puede bucear porque la mancha de azufre ha colapsado el mar y ha acabado con la práctica totalidad de las especies marinas; si no hay peces tampoco se puede pescar, al margen de que los que quedan vivos están contaminados; y si no se puede ni bucear ni pescar no se pueden alquilar apartamentos a buceadores, porque no vienen, y tampoco se les puede dar de comer por el mismo motivo, porque no hay pescado fresco y porque los buceadores no existen desde hace un mes.
Así La Restinga se ha convertido en un pueblo fantasma de poco más de seiscientos habitantes a los que el volcán ha metido directamente en la ruina. Un pueblo que hasta ahora ha vivido de tres actividades: la pesca, el buceo y la restauración. Las tres se han ido al traste en apenas un mes.
Toda la actividad del pueblo está completamente parada y a los vecinos no les queda otra alternativa que darse paseos para ver las burbujas del volcán.
"Estamos de brazos cruzados; sólo nos queda esperar a ver qué pasa. Si aquí no hay pescado no tengo nada que hacer. Y no me puedo marchar, ¿adónde voy, si toda mi vida he estado aquí?", se lamenta Longino. Porque "la gente no sabe exactamente lo que se está viviendo aquí", considera Beatriz Delgado, la propietaria de cinco apartamentos en La Restinga. "Esto es la crisis volcánica y me va a obligar a irme a vivir con mis padres a Madrid, con una mano delante y otra detrás. Aquí, si desaparece el buceo sólo vendrán cuatro turistas perdidos al año", afirma.
Y junto a estos problemas, los habitantes de La Restinga tienen que aprender a vivir también con el miedo de acostarse una noche y que el volcán los levante de la cama: "Más de la mitad de los vecinos ya se han ido", afirma tajante Lorena Machín.
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